Mantener buenas relaciones familiares

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Mi hermana y yo experimentamos una gran ruptura en nuestras relaciones algún tiempo atrás y terminamos interrumpiendo la comunicación entre nosotras durante dos años. Todo esto debido a un tremendo malentendido. Nues­tras heridas individuales enmascararon la habilidad de ver con claridad lo que estaba sucediendo en la personalidad y vida de la otra. Nos encontrábamos en dos mundos diferentes, aunque habíamos sido criadas en la misma casa y familia.
Todo este episodio me tenía muy molesta, y no cesé de orar por ello, hasta que pudimos al fin reconciliarnos y nuestra relación fue restaurada. Sin embargo, yo creo que de tener padres que oraran, en primer lugar, esto no habría sucedido.
Una de las cosas que prefiere el enemigo de nuestras almas es interponerse en medio de las relaciones establecidas por Dios y causar en ellas fallas, falta de comunicación, malos entendidos, resquebrajamientos o desunión. Mientras más pueda separarse a una familia, más débil e inefectivos serán, y el enemigo podrá controlar sus vidas en mayor medida. La forma de evitar esto es a través de la oración.
Cuando cubres las relaciones familiares con oración, ya se trate de niños, padres, padrastros, hermanos, hermanas, abuelos, tíos, tías, primos, esposo o esposa, habrá menos ocasiones de tensión o ruptura en ellas.
Cuando nació mi hija, su hermano tenía cuatro años y medio. Yo oré desde el comienzo, para que Christopher y Amanda tuvieran una relación cercana entre sí, e hice todo lo que pude para ver que eso sucediera. Su amistad fue tan estrecha en los primeros años que otros lo notaban y comen­taban el asunto. Entonces un día, Christopher se volvió un adolescente y todo cambió.
De momento él tenía lugares a donde ir y personas que ver, y ya no tenía tiempo para su hermana menor. El humor burlón que él disfrutaba con sus amigos no era bien recibido por ella. Al sentirse rechazada y herida, tomaba represalias. Yo me convertí en árbitro y me dolía en el corazón ver lo que estaba sucediendo.
Un día comprendí algo importante: como marchaba de maravillas entre Amanda y Christopher, yo había dejado de orar por sus relaciones. Así que comencé a orar por ello nuevamente, deseando nunca haberme detenido. Me tomó un tiempo, pero poco a poco observé un suavizar en las actitudes del uno para con el otro.
Sé que de no haber hecho algo en ese momento, lo más seguro es que se produjera entre ellos el mismo tipo de ruptura permanente que se palpó en el pasado entre muchos nexos en mi familia. Aunque los vínculos entre mis hijos no están aún donde deseo, se fortalecen todo el tiempo. Y yo continuaré sosteniendo este asunto en oración mientras viva.
Extracto del libro “El Poder de los Padres Que Oran” (Por Stormie Omartian)

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